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Ingeniero en Industrias Alimentarias de la Universidad Nacional Agraria La Molina, pero que se dedica a un montón de cosas, como escribir en sus ratos libres. Gusta de política, economía, fútbol, música, entre otros. Hobby principal: investigación histórica, principalmente a la Guerra con Chile, y también investiga sobre el actual desarrollo de las empresas peruanas. Es coautor del libro "La Última Resistencia. La batalla en el Morro Solar de Chorrillos el 13 de enero de 1881".

domingo, 12 de septiembre de 2010

El hundimiento de la Covadonga

Este 13 de septiembre se recuerda 130 años del hundimiento de la goleta chilena Covadonga en el puerto de Chancay durante la guerra con Chile, por un torpedo hábilmente disimulado, lo que me ha motivado a escribir sobre ese hecho, uno de los más importantes en la historia de Chancay y de Perú.

El bloqueo de Chancay
Después del combate de Angamos, la escuadra chilena empezó con el bloqueo de la costa peruana. El 10 de abril de 1880 empieza con el bloqueo del Callao y luego lo expande a Chancay. El bloqueo de Chancay empezó el 11 de junio de 1880 establecido por la cañonera Pilcomayo y anunció un plazo de 48 horas para que se retiren los buques neutrales.

La Covadonga en Valparaíso después del combate naval de Punta Grueso.
Notesé la bandera pintada sobre la fotografía.
Fuente: Álbum Gráfico Militar de Chile de José Antonio Bisama Cuevas.


Chancay era una pequeña villa, con un calle principal y varias pequeñas transversales. En esa época, en Chancay había una vía férrea estatal que lo unía a Lima, cruzando el río Chancay o Pasamayo por un puente, y otra particular que partiendo de ahí iba a Huaral y se prolongaba hasta la hacienda Palpa. También había en Chancay una oficina telegráfica con dos líneas: una que la comunicaba con Lima por el sur hasta Barranca por el norte y otra línea que la comunicaba con el Callao por el sur hasta Paita por el norte.

Desde esa fecha hasta el 13 de septiembre, los chilenos cometieron algunos actos de guerra, que el historiador chileno Vicuña Mackenna narra de la siguiente manera:

“…la “Pilcomayo” disparó el 23 de junio cuatro tiros sobre una recua de mulas, sin causar el menor daño ni a los arrieros ni a las acémilas. El 1º de julio igual número de disparos y la misma impunidad. El 3 de julio 25 tiros y ninguna avería. El 4 de julio se hizo fuego a la playa con ametralladora, pero con resultado negativo. El 14 de julio 11 tiros sobre el cerro de Peraloillo; más el cerro quedó inmutable, y no mojó sus rocas azotadas por las olas ni una sola gota de sangre peruana, ni siquiera de cuadrúpedo” (1).

El 1° de septiembre la Covadonga, al mando del capitán de fragata Manuel J. Orella, es ordenada a relevar a la Pilcomayo en el bloqueo de Chancay. La Covadonga había recibido carbón y otros pertrechos del transporte Lamar en Ancón, puerto el que estaba bloqueando por orden del 21 de agosto. El 9 de septiembre, Orella deja el mando de la Covadonga al capitán de corbeta Pablo de Ferrari, quien había recibido órdenes del contralmirante Galvarino Riveros, Comandante en Jefe de la Escuadra chilena, que impidiera el tráfico del ferrocarril y destruyera toda embarcación menor.

La Covadonga era originalmente un buque español capturado por los chilenos en Papudo durante la guerra con España. Al momento de hundirse estaba artillada con 2 cañones Armstrong de 70 libras de avancarga, uno similar de retrocarga, 3 Armstrong de a 9 libras y una ametralladora (cañón multitubo) Hotchkiss.

El torpedo que hundió a la Covadonga
El ingeniero Manuel Cuadros, el mismo que fabricó el torpedo que hundió al crucero Loa en el Callao, fue el responsable de fabricar el torpedo que hundiría a la Covadonga en Chancay, en colaboración con Constantino Negreiros. El siguiente documento, una carta de Piérola fechada el mismo día que renuncia a la Presidencia de la República, nos demuestra la participación de Manuel Cuadros:

“Tarma, Noviembre 28 de 1881.

Sor. Manuel J. Cuadros


Pte.


Mi buen amigo:


Entre los actos oficiales de carácter reservado de mi gobierno, existe un supremo decreto dictatorial acordando a Ud. la cruz del mérito militar de primera clase (la única que haya sido otorgada) y reservándolo para más holgada situación el correspondiente premio pecuniario, como autor único y ejecutor principal que es U. de la destrucción completa de la naves de guerra enemigas “Loa” y “Covadonga”.

Dicho acto oficial se ha mantenido en reserva y no ha podido serlo siquiera comunicado en razón de hallarse U. fugitivo con su familia e ignorar el gobierno el paradero de U.
Tampoco puede serlo ahora transcrito por no estar aquí el Archivo de documentos reservados. Pero habiendo encontrado a U. en esta ciudad y teniendo que abandonar el país, no quiero hacerlo sin dejar a U. constancia de aquel hecho, muy merecido por el patriotismo y personales dotes de U.

Crea U. que, en medio de las decepciones y amarguras de todo órden que me rodean como peruano en las actuales circunstancias, consuélame llevar conmigo recuerdo como el del patriota, caballero y amigo a quien escribo estas líneas al poner el pie en el estribo.-


Suyo afmo


(firmado) Nicolás de Piérola”
(2).

Cuadros trabajaba en la sección dirigida por el capitán de fragata Leopoldo Sánchez, Subsecretario de Marina, quien coordinaba sus actividades directamente con Nicolás de Piérola, el Jefe Supremo.

El teniente 2° Decio Oyague recibió el encargo de colocar el torpedo en Chancay para volar el buque que bloqueaba ese puerto. Oyague viajó con el torpedo por tren a Ancón y de ahí, en un bote a remo llegó a Chancay el 9 de septiembre, acompañado del capitán Ezequiel del Campo, Jefe la Sección de Torpedos. También participó el guardiamarina Luis Olivera. El torpedo pudo haber tenido una carga explosiva de 350 Kg de dinamita como lo escribió el historiador Francisco Yábar (3) y estaba colocada dentro de la estructura de un elegante bote, pintado de blanco y con chumaceras de bronce.

Monumento al teniente 1° Decio Oyague en la plaza Grau en el Callao

Los chilenos estaban prevenidos desde que un torpedo había hundido al crucero Loa y la Orden del día 25 de julio de 1880 prohibía que los comandantes de los buques dejaran acercarse botes con bandera extranjera o que no tengan bandera, debiendo mandarla a reconocer a mil metros de distancia del buque.

Los últimos instantes de la Covadonga
El día que se hundió la Covadonga, este buque chileno había disparado sobre la línea férrea 3 tiros y luego sobre dos embarcaciones surtas en el puerto, pero como no las pudo hundir, enviaron al chinchorro con gente para examinarlas. Ellos sólo revisaron una embarcación, un bote elegante, pero como no encontraron nada raro, el comandante chileno sólo ordenó que la lleven a bordo. Después hundieron a tiros la otra embarcación, una lancha de la empresa Grace Brothers.

Para saber lo que se vivió en la Covadonga al momento de hundirse sólo podemos recurrir a los testimonios de los sobrevivientes del buque chileno. Los sobrevivientes fueron 29 tripulantes que se salvaron en una canoa y fueron avistados por la cañonera chilena Pilcomayo en Ancón a las 10 p.m., y 46 náufragos rescatados por las autoridades peruanas de Chancay. Los muertos fueron 66.

El parte oficial que el teniente 1° Enrique Gutiérrez escribió lo siguiente:

“… con el objeto de reconocer el puerto, en el que se decía existía un puente de la línea férrea, el comandante se acercó a tierra a la distancia de 500 metros. Después de reconocer la costa por hora i media i no encontrar puente alguno que destruir, se concreto a echar a pique una lancha i un bote que se encontraban a 300 metros del muelle de fierro. La lancha se echó a pique, pero no así el bote, después de varios disparos con el cañon de proa.

Entonces el comandante ordenó arriar el chinchorro i nombró al aspirante señor Meliton Guajardo i al calafate para que después de sacar todos los útiles que hubiera en dicho bote, procedieran a su destrucción. Pero notando, por lo que decían los comisionados, que no había nada al parecer sospechoso, mandó suspender la órden de echarlo a pique i, en cambio, órdeno sacarlo fuera de la bahía. Mientras se preparaba los aparejos para izarlo, previne al comandante que seria bueno reconocer el cajón de popa del escudo. Despues de aprobar mi observación, agregó que no había necesidad porque ya el calafate lo había reconocido i le había asegurado que no existía nada sospechoso, por lo que dio órden de izarlo lo mas pronto posible.

Como a las 3.15 P.M. ordenó al teniente 2° don Froilan Gonzalez, que se encontraba de guardia, que apurara la maniobra de meter el bote dentro. El señor Gonzalez me observó lo mismo que yo ya había dicho ya al señor comandante: que era conveniente reconocer el cajón de popa, a lo que contesté que lo hicieran. Pero cuando iba a mandar al carpintero para que llevara a cabo dicha órden, el contramaestre tocó listo i tensaron las tiras de los aparejos, a lo que siguió una esplosion en el bote. Acto contínuo el buque principió a sumerjirse rápidamente. No había duda de que el bote encerraba un torpedo.

Cuando abandone el buque con los 28 tripulantes que han salvado en la canoa, éste estaba totalmente perdido, pues solo quedaba sobre la superficie una parte de la popa i los masteleros” (4).

También el teniente Gutiérrez nos cuenta que cuando se acercaban a la Pilcomayo en Ancón, fueron perseguidos por un bote que venía de tierra que les hizo disparos, pero no hemos encontrado ninguna versión peruana que confirme eso por lo que dudamos que ese hecho haya ocurrido. Lo que sí es cierto, es que cuando vieron desde Chancay que salió una canoa con sobrevivientes de la Covadonga, se envió a perseguirlo.

En el “Sumario seguido para averiguar las causas de la pérdida de la Covadonga” del 16 de septiembre de 1880, el teniente 2° Vicente Merino declaró lo siguiente:

“… Me fui a la cámara de oficiales i luego que supe que la canoa estaba al costado, subí a cubierta i me dirijí a proa a estribor, adonde se encontraba ya casi lista para izarla. Me asomé al portalon i notando que tenia cajas de aire a popa i proa i viendo que no habían sido reconocidas, pues la de la proa estaba herméticamente cerrada i la de la popa solo tenia un agujero para colocar el asta de la bandera.
Estando listo ya para enganchar los agujeros, subí precipitadamente al puente de proa, en donde se encontraba el teniente de guardia señor Froilan Gonzalez i le pedí hiciera forte la izada porque el bote me parecía mui sospechoso por esas cajas de aire; a lo que me contestó que el bote había sido reconocido por el calafate i el mismo comandante que lo había recibido en el portalon. Entonces le pregunté si él habia visto destapar dichas cajas; me contestó que no, pero que suponía que el comandante las hubiera hecho destapar, porque ordenó izasen le bote inmediatamente. Insistí en que debía hacerse reconocer, i además que temía que el mecanismo para hacer éstas estallar la carga que podían contener las cajas, debía estar en los cáncamos para enganchar en el aparejo. Entonces el teniente Gonzalez me dijo que podía tener razón, i dio inmediatamente, al contramaestre, que se encontraba ahí cerca, de “forte la izada de bote”, i me dijo que le iba a decir al teniente 1° mis recelos. Yo me dirijí a popa, en donde divisé al comandante que estaba probando unas cápsulas en la ametralladora. En mi trayecto encontré al teniente de la guarnición señor Blanco i le hice presente mis sospechas, i continué para popa, cuando, al llegar a la toldilla siento el pito del contramaestre i casi instantáneamente una fuerte detonación. Inmediatamente el buque se principió a sumerjir por la proa, la jente que estaba a popa, trató de arriar la canoa i chinchorro que estaban izados en esta parte, consiguiendo solo arriar la canoa, en donde salvamos 29. Estábamos solo a ocho o diez metros del costado del buque cuando éste se sumerjio totalmente, dejando su mastelero de gavia sobre la superficie, en donde se refujiaban los que volvían a flote…” (5).

El teniente Manuel 2° Blanco, del regimiento Artillería de Marina, declaró lo siguiente en el Sumario:

“… el comandante ordenó arriar el chinchorro i que en él fuera el aspirante don M. Guajardo, el calafate i tres marineros con órden de reconocer cuidadosamente el bote i que después de reconocido lo destruyeran. Una vez que el chinchorro atracó al bote, saltó a él el calafate i un marinero, quienes después de rejistrarlo, gritaron que no hai nada sospechoso, i se aprontaron a cumplir la órden que llevaban de destruirlo, cuando el comandante les ordenó de viva voz que no lo destruyan: “Sáquenlo a remolque para afuera”.- Al pasar el bote por la popa del buque, como a unos 100 metros, el teniente Merino, que se hallaba cerca de mí, les gritó: - “Rejistren la cámara de popa”; a lo que contestó el calafate:- “No hai nada absolutamente”. Luego después se mandó retirar a la jente, por lo cual bajé a la cámara. Sabiendo como a las 3.30 P. M., que el bote se iba a izar, salí a cubierta; i allí me encontré con el teniente Merino, quien me dijo que sospechaba mucho, porque le parecía que las cajas de aire del bote no habían sido reconocidas, i que esto mismo acababa de advertirlo al oficial de guardia, a fin de que no izaran el bote, porque le parecía que en los cáncamos para izarlo podría estar la trampa; también me agregó que el oficial de guardia, a su vez, había ido donde el 2° comandante para esponerle sus sospechas. En seguida me fui a la toldilla de popa, i al llegar allí sentí una fuerte detonación, por la que comprendía que había estallado el torpedo, pues el buque principiaba a irse a pique por la proa; viendo que tanto unos oficiales como marineros trataban de arriar la canoa que estaba a popa a estribor, me uní a ellos, embarcándome en ella. No habíamos conseguido separarnos 10 a 12 metros, cuando la “Covadonga” se hundió, quedando a la vista la parte superior de los palos, de donde se tomaron algunos que quedaron sobrenadando. No siendo posible admitir ninguno mas a bordo, porque la canoa se habría ido a pique, i notando que en tierra se aprontaban para echar botes al agua, nos alejamos en dirección a Ancón …” (6).

En el mismo Sumario, el ingeniero 1° Cipriano Encinas:

“… A las 12.45 P. M. del dia 13 de septiembre me encontraba en el departamento de maquinas cuando se tocó zafarrancho de combate; acto continuo ocupé mi puesto con los demás ingenieros subalternos. Despues de concluido esto, a las 3 P. M., me ocupaba en poner al dia el consumo de carbón, anotándolo en el Diario. Poco ántes de concluir llega el ingeniero 3°, seño Rebolledo, a darme cuenta del carbón de su guardia de 8 a 12 P. M., cuando siento una esplosion a proa. Esta esplosion removió todo el lugar donde yo me encontraba, tirándome debajo de la mesa donde escribia. Al pararme me encuentro con el ingeniero 3° señor Feite, quien me dice ser torpedo el que hizo esplosion; al mismo tiempo trato de pasar al departamento de máquinas, pero ya estaba por el agua i humo que hacia imposible permanecer en ese lugar; siendo inútil mi presencia en ese punto, me dirijí a la cubierta. Ya el buque se sumerjia a proa i no tuvwe mas tiempo que para saltar a uno de los botes que en ese momento se arriaba. Creo que la mayor parte o tal vez todos los fogoneros de guardia de abajo que se encontraban en el departamento de los calderos han perecido en la esplosion del torpedo …” (7).

El Resumen Fiscal del Sumario, realizado por el capitán corbeta Luis A. Lynch el 27 de septiembre de 1880, señala que el reconocimiento del bote donde estaba el torpedo, realizado por el aspirante Melitón Guajardo y el calafate José María Avila, fue hecho muy a la ligera y aseguraron varias veces de que no había nada sospechoso, por lo que el comandante de la Covadonga cambio de opinión de destruirlo. El capitán de altos, José Cacaldi, también hizo las mismas observaciones. Según el contador 2° Francisco 2° Leighton, el calafate dijo: “Casi habíamos perdido un bote tan lindo por ser tan desconfiados” (8).

El comandante de la cañonera Pilcomayo fue a Chancay al día siguiente para buscar más sobrevivientes y nos cuenta como estaban los restos de la Covadonga:

“… La “Covadonga” se encuentra en 11 brazas de agua, con la mayor parte de su aparejo a la vista, i al cual había puesto fuego el enemigo” (9).

El guardiamarina Guajardo estaba mal herido, pero se pudo recuperar después en Lima. Los náufragos recibieron ropa, calzado y un sol diario para alimentos.

Las primeras noticias del hundimiento de la Covadonga en Perú

En Lima la noticia se supo pronto gracias al telégrafo. Los siguientes telegramas describen la noticia:

“Chancai, Setiembre 13 de 1880

Señor Prefecto

A las 10.10 A. M. ha hecho la Pilcomayo cuatro tiros de cañon con dirección al muelle, mui altos; avisaré lo que ocurra.

BENAVIDES.


(A las 11.40 A. M.)
Señor Prefecto:

En este momento hace la Pilcomayo fuego sobre el muelle de este puerto. Comunicaré a V. S. los daños.

MENACHO.


(A las 3.40 P. M.)
Señor Prefecto:

A las 2.45 ha cesado sus fuegos la Pilcomayo. Ha hecho 22 tiros sobre la única lancha que había en el puerto, propiedad de Grace Brothers i que al fin la echaron a pique. Tres de estos proyectiles se dirijieron cayendo dos en el cerro de la Trinidad i uno en la entrada del barrio de Arepapa; ninguna desgracia personal ni heridos.
E. POSTIGO.


Señor Prefecto:
En este momento se ha ido a pique la Pilcomayo.

MENACHO.


(A las 4.26 P. M.)
Señor Prefecto:

La “Pilcomayo” solo se le ve los palos i mui pequeña parte del casco.

Un solo bote a podido salir, se manda a perseguirle.

Mas tarde pormenores.

MENACHO.


(A las 4.30 P. M.)

Señor Prefecto:

“Pilcomayo” a pique, me ocupo de los náufragos.

BENAVIDES.


¡FUE LA “COVADONGA”!

(A las 7.30 P. M.)

Chancai, Setiembre 13 de 1880.

Señor Prefecto:

La “Covadonga” está hundida de 10 brazas de agua, mas o menos; tengo salvados hasta este momento (7 P. M.) 17 hombres. En una falúa han salvado 20, mas o menos, i han tomado rumbo al Sur.

BENAVIDES.


(A las 11.10 P. M.)

Setiembre, 13 de 1880.

Señor Prefecto:

Los náufragos salvados son 3; entre éstos hai un guardia-marina llamado Melitón Guajardo i que tengo alojado i medicinándolo en mi casa; está herido mortalmente i es probable que muera. Los demás son marineros.

Los tripulantes, segun el informe del guardia-marina, se componían de 136 hombres de comandante a paje.

BENAVIDES.


(A las 8.40 A. M.)

Setiembre 14 de 1880.

Señor Prefecto:

Antes de las 6 A. M. hice reconocer la playa por el pueblo i el teniente Monterroso, i solo se encontró un náufrago de edad de 14 años, que con dos o mas trataban de salvarse; pero los dos se ahogaron i solo él se salvó, el cual está asistido con los demás. Hasta esta fecha no hai novedad.

BENAVIDES” (10).

En el diario “La Patria” del 14 de septiembre publicaron la noticia y en “El Peruano” de ese mismo día, en la sección Actualidad, se publicó lo siguiente:

“A ULTIMA HORA
En este momento, cuatro de la tarde, acaba el Gobierno de recibir el siguiente telegrama:
Excmo. Señor:
Comisario de Chancay dice á Prefecto: “Pilcomayo” á pique.
Paz Soldán” (11).

El corresponsal de “La Patria” en el Callao, escribió como se vivió la noticia el mismo día 13:

“La noticia de la pérdida de la “Covadonga” cuando se ocupaba en bombardear el indefenso puerto de Chancay, fue anoche recibida aquí con gran entusiasmo.
Gran número de personas esperaban en la estación del ferrocarril, la llegada de los periódicos de la capital, á fin de cerciorarse de la veracidad de la noticia y conocer los pormenores del incidente, á pesar de de haber recibido la Capitanía de puerto varios telegramas referentes al caso.
Por fin, el tren que á las ocho de la noche sale de Lima, no se hizo esperar y fue entonces cuando se entregaron todos á celebrar tan fausto acontecimiento.” (12).

En los siguientes días los diarios de Lima seguían informando el suceso pero recién encontramos en “El Peruano” del 20 de septiembre de 1880 la siguiente crónica:

Lo de la “Covadonga”

El laconismo abrumador de los partes telegráficos en que las autoridades de Chancay comunicaron la pérdida de la cañonera chilena “Covadonga”, y mas que eso, el deseo de investigar lo ocurrido en el teatro mismo del suceso, nos indujeron á emprender un viajes á dicho puerto, el cual ha realizado en condiciones sumamente desfavorables, debido á la celeridad con que me propuse realizarlo.


Mediante el permiso de nuestro Director, que solo lo obtuve en la mañana de ayer, salí a Piedras Gordas á las 9 a. m., en donde esperaba encontrar un caballo que me condujera al lugar de mi destino; pero como no encontrara ninguna clase de cabalgada, me trasladé a Ancón en carretilla, á fin de obtener lo que más deseaba; mas allí como en Piedras Gordas mis pesquisas fueron inútiles.

No me quedaba, pues, mas recursos que continuar el viaje á pié o regresar a Lima. Opté por lo primero, porque por momentos aumentaba en mí el deseo de llevar á cabo mi proyecto. La tenacidad con que el enemigo trata de destruir la línea y los informes suministrados por pasajeros, me había figurado que aquellos fueran muchos y de consideración, y no tan pocos e insignificantes como lo sea en efecto. Respecto al puente de Pasamayo que los chilenos tratan de destruir á toda costa, nada ha sufrido que comprometa en lo menor su estabilidad y resistencia.


Desde la cuesta de Ancón hasta el puente ya mencionado, la línea férrea corre sobre un terraplen elevadísimo por el lado del mar, á las orillas del cual, descansa su base formando pequeñas caletas resguardadas por frontones de granito; por el lado opuesto está dominado por el cerro.

Fijando nuestra atención en esas caletas, hemos notado que el mar ha depositado en ellas despojos de un náufragio, como pedazos de arboladura, de botes, de camarotes y varios cajones y barriles, pertenecientes, según creemos, al transporte chileno “Loa”. Y esta creencia la fundamos en el hecho de que no solo allí, sino también en las playas de Chancay y en la caleta de Pescadores que esta situada pocas millas al Norte de este puerto, han varado muchos bultos de viveres y una cajita de roble conteniendo


En la caleta que esta dominada por la estación ó garita de San Juan, hemos visto una desgraciada mula que ha ido a parar allí, sin daño al parecer, rodando desde la cumbre del cerro, dejando en su descenso, como á la mitad de este la carga que llevara. Mas fácil nos parece recuperar la carga que la mula, pues esta no tiene salida; por el lado del mar las enfurecidas olas no la permiten abrirse paso a nado, y una muralla de arena en forma semi-circular la impide abrirse una salida por el lado de tierra.



Al llegar a Chancay, mi primer cuidado fue informarme de la residencia de los náufragos, y de todo lo concerniente al suceso; pero quedé sorprendido al saber que, a excepción de 5, todos había sido remitidos á Lima por distinto camino á las 10 p. m. de antier, y que en ese momento, 3 p. m. debían estar próximos á llegar á Piedras Gordas. Contrariando por este incidente, procuré tomar nota de lo ocurrido y buscar un caballo, pues este me habría sido de mucha utilidad; mas, la fortuna se mostró rebelde á mi deseo también esta vez. Comprendiendo que una estadía en Chancay no me convenía de manera alguna, emprendí el regreso como había ido.



Todo el mundo sabe que la “Covadonga” estuvo a punto de naufragar en la rada de Arica pro efecto de un balazo disparado desde el Morro. Merced á los esfuerzos de sus tripulantes, fue salvada y enviada a Valparaíso para ser reparada por quinta o sexta vez. Dos meses después, el 7 de Agosto, salía de ese puerto al Callao, no solo reparada, sino con una importante mejora en su artillería, que consistía en el aumento de un cañón de largo alcance, que estaba destinado al “Cochrane”, pero que a última hora fue entregado á la “Covadonga”, por razones que sólo el comandante Latorre conoce.


Su travesía duró nueve días, en razón de haberla efectuado solo a la vela, á fin de ejercitar á sus tripulantes, noveles en su mayor parte, en las practicas marineras.


Dos días después de su arribo al Callao, y habiéndosele concedido por cortos momentos el honor de bloquear este puerto, se dirijió al N. á bloquear Ancón, en reemplazo del “Amazonas”, que por entonces hacía ese servicio. Nada notable ofrece su existencia durante el periodo comprendido entre la fecha de su partida á Ancón y el 13 del actual. Unicamente mencionaremos el hecho de que tal vez para introducir variantes en la monotonía de su servicio, se trasladaba frecuentemente a Chancay á relevar á la “Pilcomayo”, mientras esta le hacia un favor idéntico.



Desde las primeras horas del día 13 se ocupa en cruzar frente al puerto. Así permaneció hasta las 12 m., hora en que su comandante D. Pablo S. Ferrari ordenó que los artilleros ocuparan sus puestos. En conformidad con este órden, penetró al puerto hasta ponerse en situación de ofender la población.


Casi sorpresivamente disparó varias bombas sobre aquella, tres de las cuales cayeron, una en la garita, otra en el Panteón, y la tercera en un corralón perteneciente á un súbdito italiano señor Mineto.


Posteriormente dirijio sus punterías sobre una lancha que estaba anclada cerca del muelle, la que echó pique después de 10 cañonazos.



Su armamento consistía en lo siguiente:


2 cañones de a 70 rayados, sistema antiguo.

1 id. id. id. moderno.

3 id. 9 id. antiguo.

1 ametralladora francesa.
50 rifles sistema Comblain.
35 sables.
11 hachas.
12 puñales corvos.
12 revólveres.
160 bombas para cañon de á 70 moderno.

60 id. id. id. antiguo.
40 balas rasas id. id. antiguo.
534 libras pólvora en barriles.
18 saquetes id. para el cañón de á 70, moderno.

98 saquetes id. id. antiguo.
21 id. id. id. id.
80 id. id. id. de á 9 id.


Eran las dos y media de la tarde según unos y las 3 según otros, cuando se sintió á bordo una terrible detonación en el momento en que la “Covadonga” disparaba su último cañonazo sobre tierra.

...

A la detonación sucedió la más horrorosa confusión en su entrepuente. Gritos de terror y exclamaciones de delirio, alaridos, aves, todo confundido en un terror lúgubre, se dejó oír por dos o tres minutos. De todos los seres que emitían esas voces, pocos, muy pocos lograron salir á correr desolados por la cubierta, á hacer triste compañía a los que aun buscaban una explicación del suceso ó un madero para salvarse, no una embarcación, porque la única útil de las cuatro que habían á bordo había sido ya ocupado por la oficialidad, que cuchillo ó revólver en mano, la defendían con una energía propia de los piratas argelinos, así como también las pocas salva-vidas disponibles.


Las tres embarcaciones restantes no pudieron servir, porque dos de ellas estaban completamente deterioradas, y la otra había volcado en pedazos, junto con la cocina que, desprendiéndose de su base, por efecto del desprendimiento de la cubierta, saltó llevando á los que en ese momento la ocupaban.


El comandante Ferrari, menos afortunado que su oficialidad, sólo logró asirse á una batayola. Algunos de los tripulantes salvados aseguran haberlo visto pidiendo auxilio; pero nadie se ocupaba de los demás, ni siquiera para oir el ruego invocado en nombre de las cosas mas sagradas; así que fue uno de los primeros en sucumbir por acción de la vorágine, no obstante de haber sido uno de los primeros en arrojarse al mar.


La inmersión de la nave duró sólo tres minutos. El agua penetrándole por el costado de estribor, la invadió completamente, sentándola sobre la mura del mismo lado, con la proa enfilada con la puntilla, un poco mas inclinada de proa que de popa, dejando visibles solo la braza del juanete.


Ya hemos descrito muy á la ligera el hundimiento del buque. Ahora pasaremos á ocuparnos de sus tripulantes sobrevivientes.
La oficialidad tenía su plan bien meditado y debia ejecutarlo con extricta puntualidad. En posesión del único falucho que existiera en el lugar, se apartó presurosa de allí, rechazando á los infelices que le imploraban auxilio. Pronto se alejó haciendo proa al S. O. En vano la llamaban todos y cada uno de los náufragos. Fue cruel y sorda a todo clamor.


La capitanía del puerto, impuesta de lo que ocurría en la bahía, ordenó que los matriculados salieran á favorecer a los náufragos. Esto se hizo y con oportunidad.



Recojidos los mas por las embarcaciones de dicha oficina, y salidos á tierra otros con el auxilio de sus esfuerzos natatorios o mediante un trozo de madera, fueron todos atendidos esmerada y humanitariamente por el vecindario presidido por las autoridades.



Tampoco queremos narrar las escenas conmovedoras que tuvieron lugar por la presencia de los náufragos, casi desnudos, exámines del cansancio, pronunciando frases de gratitud hácia el Perú por los auxilios prestados en tan supremos y desesperados momentos, y maldiciendo la guerra y sus aterradoras consecuencias. Hay algunos que han expresado eso por escrito.



Natural era que entre todos los salvados hubieran algunos heridos.
Estos fueron socorridos oportunamente con todos los auxilios que requería su lastimoso estado, tanto en lo que respecta á la ciencia como en lo espiritual.


Una de las primeras personas que acudieron á socorrer con dinero á los prisioneros chilenos, fue la señora á quien la corbeta que bloquea Ancón bombardeó sin la menor compasión.
Este es el pago de Chile!


Para concluir damos á continuación la nómina de los salvados, advirtiendo que entre ellos pocos pasan los 25 años; casi todos tienen 20 ó 22 años; los hay también niños de doce y de 15 años. Entre estos últimos, asi como en los primero hay muchos que han morado entre nosotros antes de la guerra.

….

El Corresponsal

Bello”
(13).

Las primeras noticias en Chile y la reacción
Apenas el contralmirante Galvarino Riveros se enteró de la noticia, envío a Arica al crucero Angamos para que mediante telegrama a Iquique, y de ahí cable submarino a Valparaíso, comunique la catástrofe acaecida. El telegrama fue el siguiente:

“(Despacho recibido a las 3 P. M.) Santiago, Setiembre 17 de 1880 El “Angamos” acaba de fondear i comunica la perdida de la “Covadonga” por un torpedo aplicado en la misma forma que al “Loa”. La espedición mandada por el capitán de navío Lynch desembarcó en Chimbote con toda felicidad. Detalles irán más tarde. Dios guarde a V. E. VALDIVIESO Hasta las 4.20 no han llegado los detalles” (14).

La reacción de la prensa chilena fue bastante dura contra Perú y demando pronta venganza por las pérdidas del Loa y la Covadonga.

El diario “El Mercurio” en su editorial del 20 de septiembre de 1880, decía:

“… Toda la costa peruana debe sufrir los efectos de una tremenda retalación mientras llega el momento de que sobre los escombros humeantes de la misma ciudad de Lima se impongan a nuestros cobardes i aleves enemigos el castigo de sus inveteradas perfidias.
La sangre de 300 víctimas inmoladas ya por mano traidora, i la humanidad herida en la brutal persecución de los náufragos, claman al cielo. Venganza i castigo es el grito unísono que se exhala de todos los labios i de todos los corazones i esa venganza i ese castigo deben ser inmediatos i tremendos como lo exijen la magnitud de la perfidia i la gravedad de la afrenta hecha a nuestro honor” (15).

El diario “El Ferrocarril” decía en su editorial del 18 de septiembre:

“La represalia debe ser proporcionada a la hostilidad. Nada de estériles contemplaciones. Todo lo que está en la costa enemiga al alcance de nuestros cañones debe haber desaparecido.
El Perú provoca a la guerra de exterminio i debe encontrar a Chile en el terreno a que lo arrastra su intemperancia” (16).

También los marinos chilenos tuvieron un Concejo de Guerra en el Callao, convocado por el contralmirante Riveros a bordo del blindado Blanco Encalada, al que asistieron todos los comandantes de los buques para decidir que medidas tomar a raíz de la perdida de la Covadonga.

El acta dice:

“El capitán Lynch (17) dijo: que no contando la escuadra con elementos bastantes para atacar el Callao, la única represalia posible era el bombardeo de Chancai, Ancon i Chorrillos; pero como esa medida era de tanta gravedad, por tratarse de poblaciones indefensas, era de opinión se consultara al Supremo Gobierno sobre el caso. El capitán Moraga (18) opinó porque inmediatamente se arrase toda la costa peruana. El capitán Castillo (19) opinó como el capitán Lynch. El capitán Latorre (20) se adhirió a lo manifestado por los capitanes Lynch i Castillo. El señor Contra-Almirante fue también de opinión que se consultara al Supremo Gobierno, pidiéndole terminantes instrucciones. Se acordó, en consecuencia, mandar inmediatamente el “Angamos” a Arica a dar cuenta de lo ocurrido” (21).

Intentos de reflotar a la Covadonga
Una de las primeras reacciones de las autoridades chilenas en Santiago fue la de intentar reflotar a la Covadonga:

“Setiembre 18.
(A las 10 A. M.)
De Valparaíso al Jefe Político de Iquique
Envie V. S. una lista nominal de los que han perecido en siniestro de la “Covadonga”, los salvados i los caídos prisioneros.
Deseamos saber si será posible sacar a flote la “Covadonga”, cueste lo que cueste; ella es una reliquia que debemos conservar.
RECABÁRREN” (22).

Lo que hicieron los peruanos fue aplicarle dinamita a los restos de la Covadonga para evitar que en el futuro pudieran reflotarla, desapareciendo el palo mayor que era visible. Los chilenos pensaban que los peruanos pudieron haber rescatado alguno de los cañones de la Covadonga, pero esto no fue cierto (23).

Después de la ocupación del Callao por las fuerzas chilenas tras las batallas de Lima, el contralmirante Riveros envío a Chancay al crucero Angamos con los buzos para reconocer el casco de la Covadonga con el siguiente resultado:

“El buque se encuentra sumerjido en 10½ brazas de agua i enterrado como cinco pies en el fango. El casco está en buen estado; los palos mayor i mesana se encuentran en su lugar, i el trinquete no pudo ser visto por impedir pasar a proa los enredos formados por la maniobra, cadenas, etc. La artillería está visible sobre cubierta.

La brecha abierta por el torpedo mide 11½ pies de largo por siete i medio de ancho, i esta situada entre el palo del trinquete i el puente, como a tres o cuatro pies a proa del batiporta.
Con estos datos, los hombres esperimentados en esta clase de trabajos estiman que el poder a flote de la goleta importaría un gasto de 30,000 pesos, aprovechando los servicios que puedan prestar las chatas, las bombas i otros elementos con que cuenta el Gobierno en este puerto” (24).

Los chilenos no hicieron ningún intento por reflotarla, labor que se complicó, hasta volverse imposible, con el paso de los años.

En 1959 un grupo de investigadores, conformado por buzos y aficionados, entre los que estaban los hermanos Alfredo y Antonio Biffi y Carlos Baldovino García La Rosa, logra ubicar los restos de la Covadonga y rescatar dos de los cañones Armstrong de avancarga de 70 libras, que fueron llevados al Callao el 18 de mayo de ese año y actualmente se encuentran en el Museo Naval. Ellos contaron con la grúa Alcatraz y los remolcadores BAP Dueñas y BAP Olaya de la Marina de Guerra del Perú (25). El capitán de corbeta Héctor Beas Portillo toma el mando en las operaciones de rescate como parte de la Marina de Guerra del Perú (26). Para mayo de 1960 se pudieron rescatar los 4 restantes cañones de la Covadonga.

Cañón Armstrong de 70 libras de avancarga de la Covadonga en la Plaza de Chancay

En 1987, el Servicio de Salvamento con la Dirección de Hidrografía y Navegación de la Marina de Guerra del Perú, determinan que es imposible el reflotamiento de la Covadonga (27).

En el Museo de Chancay habían muchos objetos de la Covandonga, pero lamentablemente este año ese Museo está cerrado por obras municipales. Esperemos que esos objetos sigan cuando reabran el Museo.

Notas
(1) Benjamín Vicuña Mackenna. 1881. “Guerra del Pacífico. Historia de la Campaña de Lima 1880-1881”, p. 466. Santiago de Chile: Rafael Jover Editor.
(2) Archivo Histórico de la Marina de Guerra del Perú, en adelante A.H.M.G.P. Expediente Personal de Manuel José Antonio Cuadros Viñas, folio 1.
(3) Francisco Yábar Acuña. 2001. “Fuerzas Sutiles y la defensa de costas en la Guerra del Pacífico”, p. 466. Lima: Fondo Editorial de la Dirección de Intereses Marítimos del Perú.
(4) Pascual Ahumada Moreno. 1886. “Guerra del Pacífico, recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referente a la guerra que han dado a la luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia”, Tomo III, p. 434. Valparaíso: Imprenta i Lib. Americana. Parte oficial del teniente 1° Gutiérrez al Comandante en Jefe.
(5) Ídem, p. 445. Declaración del teniente 2° Vicente Merino.
(6) Ídem, pp. 445-446. Declaración del teniente Manuel 2° Blanco.
(7) Ídem, p. 446. Declaración del ingeniero 1° Cipriano Encinas.
(8) Ídem, p. 447. Resumen Fiscal.
(9) Ídem, p. 434.
(10) Ídem, p. 433.
(11) Diario oficial El Peruano, 14 de septiembre de 1880.
(12) El Peruano, 15 de septiembre de 1880, Correspondencia para “La Patria” del 14 de septiembre de 1880.
(13) El Peruano, 20 de septiembre de 1880. Hemos omitido algunos párrafos por lo extenso del relato.
(14) Ahumada, Op. Cit., T. III, p. 432.
(15) Ídem, p. 484.
(16) Ídem, p. 485.
(17) Era el capitán de corbeta Luis A. Lynch, comandante del crucero Angamos.
(18) Era el capitán de corbeta Carlos Moraga, comandante de la cañonera Pilcomayo.
(19) Era el capitán de fragata Luis A. Castillo, comandante del blindado Blanco Encalada.
(20) Era el capitán de navío Juan José Latorre, comandante del blindado Cochrane, cuyo hermano era el teniente coronel peruano Elías Latorre, jefe de la batería Pacocha en el Callao.
(21) Ahumada, Op. Cit. , T. V, p. 72.
(22) Ídem, T. VI, p. 75.
(23) Ídem, T. VI, pp. 42-43. Oficio del contralmirante Galvarino Riveros al Ministro de Guerra y Marina del 8 de enero de 1881.
(24) Ídem, T. VI, p. 46. Oficio del contralmirante Galvarino Riveros al Ministro de Guerra y Marina del 10 de febrero de 1881.
(25) John Rodríguez Asti en: http://historianavalymaritima.blogspot.com/2010/08/la-canonera-chilena-covadonga-una-breve.html
(26) Romulo Rubatto Suárez. 1998. “La Covadonga. Símbolo y Trofeo”, pp. 227-229.
(27) http://historianavalymaritima.blogspot.com/2010/08/la-canonera-chilena-covadonga-una-breve.html