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Ingeniero en Industrias Alimentarias de la Universidad Nacional Agraria La Molina, pero que se dedica a un montón de cosas, como escribir en sus ratos libres. Gusta de política, economía, fútbol, música, entre otros. Hobby principal: investigación histórica, principalmente a la Guerra con Chile, y también investiga sobre el actual desarrollo de las empresas peruanas. Es coautor del libro "La Última Resistencia. La batalla en el Morro Solar de Chorrillos el 13 de enero de 1881".

martes, 31 de diciembre de 2013

Billetes peruanos en 1882

No es mucho lo que se ha escrito de los bancos peruanos en el siglo XIX. La mejor obra sobre este tema es “Historia de los bancos en el Perú” de Carlos Camprubí Alcázar, pero sólo abarca el período 1860-1879, durante el cual los bancos privados emitieron sus propios billetes, los cuales hoy son apetecidos por los coleccionistas. No sabemos exactamente que pasó con los bancos durante la guerra con Chile. De los ocho bancos en Lima (incluyendo dos hipotecarios) y cinco bancos en provincia que existían antes de la guerra, solo sobrevivieron tres en Lima, además de uno que se fundó en plena ocupación chilena de Lima (1881): el Banco Comercial. Además de los libros de la historia del BCP, el único estudio del siglo XX que he visto sobre el desarrollo de los bancos peruanos después de 1881 es “Banqueros en conflicto: estructura financiera y economía peruana: 1884-1930” de Alfonso Quiroz Norris, pero sólo se enfoca en dos bancos: del Callao y de Londres, México y Sudamérica. Este año fue publicado el libro “El Banco de Arequipa 1871-1882” de César Corrales López –un especialista en billetes peruanos-, que es el primero que se hace sobre un banco de provincia del siglo XIX, llenando una parte de ese gran vacío que falta cubrir. Un libro que sirve para el estudio de los bancos, aunque es especifico sobre billetes, es “El billete en el Perú” de Eduardo Dargent Chamot.

De acuerdo a Camprubí, en junio de 1880 los accionistas del Banco del Perú aprueban la liquidación del banco y a fines de 1880 los bancos de la Providencia y Nacional avisaron que devolverían los depósitos mientras el Banco Garantizador traslada sus bienes a la embajada de Estados Unidos.(1) Es necesario completar esta información.

En la imagen a continuación, se pueden apreciar certificados de acciones de los bancos de La Providencia y Nacional respectivamente, demostrando que hubo transacciones de las acciones de estos bancos hasta 1882 por lo menos, cuando debieron dejar de operar.

Certificados de acciones de los bancos La Providencia (izquierda) y Nacional (derecha)

A inicios de 1879 circulaban billetes de los bancos del Perú, de Lima (en liquidación), Nacional y Providencia y de la Compañía de Obras Públicas –de Henry Meiggs- garantizados por el Estado, pero la Ley del 27 de enero de ese año, dispuso su canje por nuevos billetes,(2) que fueron emitidos por la Junta Administradora y de Vigilancia de la Emisión Fiscal, llamados en su época como billetes de emisión fiscal y que en la actualidad los coleccionistas llaman billetes de la “República del Perú”.  El canje no se terminó por las dificultades económicas de la guerra –se efectúo un canje de una pequeña cantidad-  y las emisiones de todos estos billetes circularon juntos esos años.

Billetes de 2 soles del Banco Nacional, 4 soles del Banco del Perú y 5 soles de la Compañía de Obras Públicas

Por decreto del 23 de marzo de 1880, se crea la nueva unidad monetaria, el Inca de oro,(3) del cual se llegaron a emitir billetes por el decreto del 18 de octubre de 1880.(4) La existencia de dos unidades monetarias en billetes en circulación en 1881 agravó la crisis económica peruana, complicándose más con la circulación de billetes de pesos chilenos.

El general Pedro Lagos, jefe chileno de la ocupación de Lima, ordenó en abril de 1881, que se acepten los billetes de pesos chileno con un tipo de cambio de S/. 10 por peso,(5) porque muchos chilenos en Perú recibían su sueldo en pesos y está moneda no era aceptada en el interior del país. Ante esta situación, un decreto chileno ordenó que los billetes de pesos chilenos se acepten como medio de pago en la aduana del Callao.(6)

Billetes de emisión fiscal de 2, 5 y 20 soles

La división entre los políticos peruanos en plena guerra agudizaba la crisis del billete. Mientras Nicolás de Piérola instauraba su sede de gobierno en Ayacucho, un grupo de opositores civilistas y pradistas, con anuencia de los chilenos, establecía un gobierno paralelo en Magdalena (Lima) con Francisco García Calderón -quien era presidente del Banco de La Providencia y director de la Compañía de Obras Públicas- como presidente. El gobierno de García Calderón emitió nuevos billetes de soles, de los que una parte usó para canjearlos por incas y de esta manera, sacar esta moneda del mercado. De esta forma, en ese tormentoso año de 1881, mientras los billetes de incas no eran aceptados en Lima, si eran recibidos en Arequipa, Jauja y el resto del país en donde Piérola conservaba su autoridad.

Además de los billetes de soles, incas y pesos chilenos, aún circulaban los billetes de soles de los bancos privados cuya emisión era anterior a la guerra. Una crónica del Callao publicada en el diario chileno La Situación de Lima (03/03/1882), decía que los soles peruanos no eran admitidos por el comercio por estar sucios y deteriorados y que no había donde cambiarlos.

“¿Se piensa hasta donde nos llevaría este sistema de no admisión de los billetes peruanos, por el malicioso motivo de no estar nuevos o limpios? Quien sufre i se perjudica es la clase pobre”, señalaba la crónica.(7)

Al día siguiente, el mismo diario publicaba que la nota anterior fue aplaudida por el “comercio entero” y “que un considerable número de comerciantes va a dirigir en pocos días mas una representación al señor Jeneral en Jefe del Ejército,(8) pidiéndole tenga a bien poner coto al abuso que están cometiendo los bancos al negarse a recibir los billetes viejos que ellos tienen en circulación i por los cuales no ofrecen garantías de ninguna clase”. A continuación, el diario publicó una carta firmada bajo el seudónimo de “un extranjero”, en donde no culpaba a los gobiernos de Pardo, Prado y Piérola de la crisis de los billetes, sino a los mismos bancos:

Llegaba una persona a cualquier banco i pedía el cambio de una suma de billetes por oro i la contestación era infalible:
-          No tenemos oro.
Todo lo que se alegase era inútil, aunque la persona pidiese una suma insignificante para gastarlo a bordo del vapor, si estaba próximo a emprender viaje. El viajero se veía precisado a tomar soles de plata i dirigirse a los cambistas pagando un precio por el oro.

Lo contrario de esto sucedía si se pedía plata. El banco alegaba no tener soles i obligaba a llevar oro, siendo el resultado el tener que acudir al cambista dando oro por plata i pagando siempre un premio.

Los cambistas que hacían este negocio eran todos ajentes de los bancos.

… Una cosa parecida es lo que sucede hoi con los billetes rotos. Los bancos no lo reciben, pero hai especuladores que lo cambian al 3, 4 i 5 p % de descuento ¿Volverán estos billetes a los bancos? Es lo que importa averiguar”.(9)  

Estas noticias sin duda alguna influyeron en las medidas que después adoptaron los bancos. El 8 de marzo, el diario La Situación publicó que los gerentes de los bancos establecidos en Lima se reunieron para “acordar la manera de recojer los billetes deteriorados”. Los bancos Nacional, Garantizador y de La Providencia cambiarían sus propios billetes, mientras los bancos de Lima, del Perú, del Comercio, de Londres, México y Sudamérica, la Compañía de Obras Públicas y la Sociedad Mercantil, cambiarían los billetes inservibles de la emisión fiscal.(10)

De esta manera, vemos que los por lo menos tres bancos emisores de billetes operaban regularmente en Lima en 1882, en plena ocupación chilena, sin conocer el momento exacto en que se liquidaron, tal vez en el mismo año o después, pero para 1885 ninguno de estos existía.

NOTAS

(1)    Camprubí Alcázar, Carlos. 1957. Historia de los Bancos en el Perú, p. 412.
(5)    Periódico La Actualidad, 10 de mayo de 1881. Correspondencia de la Estrella de Panamá.
(6)    La Actualidad, 20 de mayo de 1881. Editorial: Medida acertada
(7)    La Situación, 3 de marzo de 1882. Callao: correspondencia de Tirabeque
(8)    Obvio que al contralmirante chileno Patricio Lynch
(9)    La Situación, 4 de marzo de 1882. Crónica: la cuestión soles rotos
(10) La Situación, 8 de marzo de 1882. La cuestión de los billetes rotos







viernes, 11 de octubre de 2013

La Ruta de la Breña

En el centro del país hay una buena opción de recorrido turístico que no está siendo explotada y que yo me atreví a realizar con amigos de amantes de la historia: Manuel Rojas Aquije y Jonatan Saona Reyes, quien estuvo acompañado de su enamorada, Criceyda Cayetano. Este recorrido puede llamársele como “La Ruta Cáceres”, en honor al héroe o “La Ruta de la Breña”, porque recorre los lugares en donde ocurrieron las acciones bélicas durante la guerra con Chile. Ni siquiera recorrimos todos, pero si los principales, que los nombramos a continuación.

CONCEPCIÓN
Ciudad de fácil acceso para cualquier turista, más limpia y ordenada que su vecina Huancayo, fue el lugar de uno de los mayores triunfos peruanos en la guerra con Chile. Una división del ejército peruano al mando del coronel Gastó, apoyada por montoneros de Comas y Pariahuanca, además de vecinos del pueblo, atacaron a un destacamento del ejército chileno en un combate que empezó la 6 de la tarde del domingo 9 de julio de 1882 y se prolongó hasta las 9 horas de la mañana siguiente. No existe una versión peruana que nos señale con precisión la cantidad de nuestras fuerzas, pero según una versión chilena, las fuerzas peruanas tenían 300 hombres armados con rifles y 1,500 indios con hondas y lanzas.



Ninguno de los 77 chilenos sobrevivió al ataque, todos murieron. En las fuerzas peruanas murieron un oficial, cuatro soldados, 18 vecinos y unos cuantos montoneros. Horas después del combate, el 10 de julio, arribó a Concepción el grueso del ejército chileno, al mando del coronel Estanislao del Canto, quien redujo el pueblo a cenizas como el mismo confesó y se asesinó a algunos pobladores.

La iglesia, que fue el último punto de resistencia chileno, fue incendiada aquel día. La que existe actualmente está sobre el mismo lugar en donde estuvo la antigua y está en nuestro recorrido histórico. También es importante señalar el mirador de la ciudad, donde hay actualmente la estatua de la Virgen. Desde ahí hay una bellísima vista de Concepción, pero también recomiendo su visita porque es el punto desde donde descendieron las montoneras de Comas para el ataque.

SIERRALUMI
Desde Concepción hay una gran cantidad de taxis que tomando la carretera a Satipo, van al pueblo de Comas y desde ahí uno puede visitar Sierralumi, lugar de otro triunfo de las armas peruanas.

El paisaje del camino es sin duda alguna, uno de los más bellos del Perú. Para llegar a Comas, a pesar de la corta distancia con Concepción, se tiene que atravesar la cordillera. En la ruta se puede hacer una parada en la laguna Pomacocha, a 4,479 m.s.n.m., que es visitada por pescadores.



Sierralumi es casi ceja de selva, es esplendido su verdor y es conocido por sus manantiales y cataratas.

El 26 de febrero de 1882, llegó al pueblo de Comas un destacamento del ejército chileno, conformado por 31 jinetes y un italiano que les servía de guía. Después de cometer algunos excesos en Comas (fueron acusados de robos y violaciones a mujeres), los chilenos fueron a la hacienda Runatullo de la familia Valladares, donde extrajeron 600 cabezas de reses y caballos, además de 50 arrobas de mantequilla.

Los pobladores de Comas se organizaron. Se armaron con galgas (rocas), cayados (palos de madera), hondas, algunas anticuadas armas de fuego y le dieron el mando de las fuerzas a Ambrosio Salazar.

Cuando los chilenos regresaban de Runatullo y pasaban por el desfiladero en Sierralumi, el 2 de marzo, los pobladores de Comas los atacaron, desprendiendo galgas que habían preparado con anticipación. al destacamento chileno cuando estaba pasaba por el desfiladero en Sierralumi, haciéndolos huir y a dejar abandonado todo el ganado que habían decomisado. Los chilenos reportaron la muerte del oficial Jermain y otros cuatro soldados, tuvieron cuatro soldados heridos y perdieron 23 caballos, 43 sables, 6 carabinas y 7 banderolas. Según escribió el jefe chileno Estanislao del Canto, algunos caballos quedaron inutilizados por las galgas que les cayeron. Ambrosio Salazar escribió que tomaron 28 caballos de los chilenos.

Esta victoria es importante porque fue la primera vez en la guerra que un pueblo se organizaba para defenderse de los invasores chilenos.



Ya no existe el camino de herradura y la actual carretera ha cambiado la fisonomía de la zona a como era en el siglo XIX, pero es un lugar muy agradable a cualquier vista y creo que la región lo debe ofrecer como punto obligatorio.

CHUPACA
Es otra localidad vecina a Huancayo adonde se puede llegar con transporte público, pero es recomendable un auto particular para evitar el tráfico.

De acuerdo a la versión local, un mensaje enviado por el jefe de la división chilena (10/04/1882), coronel Estanislao Del Canto, exigía la entrega de 200 doncellas del pueblo y anexos al cuartel general chileno en Huancayo. Inmediatamente todos los chupaquinos se organizaron bajo el mando del gobernador Manuel María Flores y formaron una guerrilla de 800 hombres, aunque sus armas de fuego eran sólo 22. Fueron dos los destacamentos chilenos que llegaron a Chupaca, superiores en número y armas, uno al mando del coronel Eulogio Robles y otro al mando del comandante Manuel Barahona.

Los combates se realizaron entre el 19 y 20 de abril se realizaron diversos combates en la zona, que terminaron con el incendio del pueblo el último día. El coronel Del Canto confiesa que el pueblo de Chupaca fue el más rebelde y hostil, siendo necesaria la demolición de las casas de los cabecillas. La iglesia, que databa del año 1540, fue quemada y la actual es moderna.



No era la primera vez que Chupaca pasaba por esto. Durante la guerra de Independencia, un destacamento al mando del coronel español Carratala asesinó a varios pobladores porque el pueblo mostraba simpatía a los patriotas. El pueblo fue saqueado y varios hombres y mujeres fueron colgados de cabeza en la torre del campanario y azotados, hasta que arribaron las tropas patriotas (27/05/1821).

Lo único malo de Chupaca es que la plaza tiene un monumento a Cáceres que más parece un Power Ranger que al héroe de la Breña.



SAPALLANGA
Cualquiera de Huancayo puede ir a Sapallanga en transporte público. Es un lugar muy conocido por sus chicharronerías, pero en general hay poco para ver, la misma plaza no luce muy aseada. 


De acuerdo a un parte del general Andrés A. Cáceres, guerrilleros al mando de los coroneles Domingo Cabrera y Miguel Gálvez atacaron a los chilenos en Sapallanga en la mañana del 9 de julio de 1882.

PUCARÁ
Fue en esta localidad en donde se realizaron tres combates durante la guerra con Chile, siendo importantes los dos primeros, ocurridos el 5 de febrero y el 9 de julio de 1882.


En el primero, se produjo un choque entre la vanguardia chilena y la retaguardia peruana. El ejército peruano, al mando del general Cáceres, pudo retirarse al sur sin ser molestado por el ejército chileno después de esta acción.

El segundo combate fue una prolongación del combate que se venía desarrollando desde Marcavalle, al sur del pueblo

Es fácil llegar a Pucará desde Huancayo. Lo mejor del pueblo es que tiene un mirador desde donde se puede apreciar todo el valle. También tiene una plaza muy bien cuidada y el Museo Casa  Histórica Campaña de la Breña, recientemente inaugurado por el Ministerio de Cultura (09/07/13).

MARCAVALLE
Este es tal vez el punto más importante del recorrido porque fue el punto de inicio de la contraofensiva de Cáceres en 1882. Para ir a Marcavalle, cualquiera puede tomar un taxi en Pucará que lo llevé hasta allá, pero no al pueblo, sino al “cuello” de Marcavalle, donde ocurrió el combate.


En la mañana del 9 de julio, acampaba en el cuello de Marcavalle las fuerzas chilenas cuando fueron atacadas sorpresivamente, por las fuerzas peruanas. El combate no duró más 15 minutos según escribió el mismo Cáceres, tras lo cual las fuerzas chilenas se retiraron a Pucará para otro combate el mismo día. En Marcavalle, los chilenos tuvieron 19 muertos y 14 heridos y los peruanos un muerto y tres heridos.

El pueblo de Marcavalle se dedica a la agricultura, está un poco abandonado y debe ser uno de los más pobres de la región. Tiene un bello paisaje pero la zona es bien fría, principalmente el cuello de Marcavalle.
Así terminamos nuestro recorrido, esperando en el futuro recorrer Huaripampa, Huancané, Mito, Muzue, Sincos, Izcuchaca, Jauja, Tarma, etc.


lunes, 7 de octubre de 2013

Informes ingleses y norteamericanos sobre el combate de Angamos

El combate naval de Angamos fue la acción bélica de la más importante de la Guerra con Chile para la prensa de Estados Unidos y Reino Unido, incluso más que las batallas de Lima. Esto se debe a que en esa época los buques blindados eran toda una novedad y antes de Angamos, el combate en serio entre buques blindados fue en 1866, en la batalla naval de Lissa.

Marinos ingleses y norteamericanos visitaron el Huáscar cuando este arribó a Coquimbo, a seis días del combate (14/10/1879), para inspeccionarlo y sacar sus propias conclusiones del combate. Ellos fueron la primera fuente de noticias para los diarios y revistas de sus países.

El contralmirante norteamericano Christopher Raymond Perry Rodgers, Comandante de la Escuadra del Pacifico, formó una comisión el martes 14 de octubre de 1879 para que visiten el Huáscar, conformada por oficiales de la fragata USS Pensacola, el buque insignia de Estados Unidos en el Pacífico, una fragata de madera de 20 años de antigüedad, lo que da una idea del débil poder naval que en ese entonces tenía en esa época la hoy primera potencia mundial. La comisión estuvo conformada por el capitán de navío K. R. Breese, el primer ingeniero E. D. Robie y los tenientes R. R. Ingersoll, D. Kennedy y T. B. M. Mason, este último, autor tiempo después de un libro de la guerra: “The War on the Pacific Coast of South America Between Chile and the Allied Republics of Peru and Bolivia”, en base a sus observaciones y a la de otros marinos norteamericanos. Esta obra fue traducida al castellano y publicada en Chile en 1971 por la Editorial Francisco Aguirre con el nombre de “Guerra en el Pacífico Sur”.

En cuanto a la comisión, ellos emitieron un informe sobre todas las averías del Huáscar el lunes 20, que luego fue publicada para uso interno de la Marina de Estados Unidos, incluyendo interesantes dibujos. Esta obra fue traducida al castellano y publicada como anexo a la obra “Tradiciones Navales Peruanas”, tomo II, de José Valdizan Gamio, en 1969. Esta obra es un poco desconocida y pocos lo han leído.

En el 2006, el volumen 2 del tomo XI de “Historia Marítima del Perú”, escrita por Melitón Carvajal Pareja, incluye en sus anexos preguntas efectuadas a oficiales del Cochrane realizada por oficiales del USS Pensacola, presumo que realizada por los mismos oficiales que visitaron el Huáscar. Es muy buena la información recopilada por los marinos norteamericanos sobre los daños que recibió el Huáscar en el combate.

Los ingleses también visitaron al Huáscar. En Antofagasta estaba la fragata HMS Turquoise y sus oficiales y su comandante, el capitán George Robinson, visitó el blindado chileno Cochrane obteniendo algunos del combate, pero fue el comandante de la corbeta HMS Thetis, el capitán P. W. Stephens, quien visitó el Huáscar en Coquimbo el jueves 16 de octubre, aunque tres días antes visitó al blindado Blanco Encalada y escribió un primer informe del combate. Los informes de Robinson y Stephens fueron enviados al contralmirante F. H. Sterling, comandante de la escuadra británica en el Pacífico, que estaba en el Callao con su buque insignia, el blindado HMS Triumph, cuyo blindaje era inferior a los buques chilenos, lo que nos da una idea de la gran fuerza a la que el Huáscar tuvo que hacerle frente. Estos informes fueron publicados en castellano en 1972 en el folleto Angamos, del historiador peruano José Carlos Martin. 

El teniente R.N. Madan del crucero blindado HMS Shanon, pudo visitar el Huáscar y dibujó croquis de las averías sufridas por el Huáscar en Angamos, que fueron reproducidos en el artículo “Incidents of the War between Chili and Peru” en The Journal of the Royal United Service Institution” en 1881. Estos croquis y su informe en castellano fueron transcritos para “Historia Marítima” de Melitón Carvajal antes citado. 

No sólo fueron marinos los que visitaron el Huáscar. El vicecónsul británico del puerto chileno de Caldera, E. J. Macks, quien visitó al Huáscar cuando este arribó a Caldera después del combate. Macks llegó a confeccionar un croquis del Huáscar (ver imagen) con los disparos recibidos en el combate, que luego fue corregido por  el Comandante de Arsenales R. Vidal G. y publicado en el Boletín del Guerra del martes 9 de diciembre de 1879. El Boletín de la Guerra era una publicación  del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, que lo distribuía en sus legaciones en el extranjero e impreso en idiomas español, inglés, francés y alemán, por lo que se puede decir que tuvo amplia difusión mundial.

Croquis de los proyectiles que le cayeron al Huáscar
Boletín de la Guerra, publicación chilena

El periódico inglés Engineering publicó también croquis de los tiros que recibió el Huáscar así como grabados del estado en que había quedado el buque peruano en sus ediciones del 12 y 19 de diciembre de 1879 y del 5 de marzo de 1880. Es obvio que su fuente fueron marinos ingleses.

Los diarios norteamericanos no se quedaron atrás. El capitán norteamericano Edward Terry, comandante del USS Pensacola, visitó al Huáscar el mismo día del combate, 8 de octubre, en Mejillones, pero sus impresiones y datos recién fueron publicadas en el New York Times el 10 de mayo de 1881, dsiponible en la web.
  
Un buen artículo publicado en Estados Unidos sobre toda la campaña del Huáscar peruano, no sólo el combate de Angamos, fue el “A Famous Sea-Fight. The Engagement in 1879 off the Bolivian coast between Peruvian and Chilean ironclads” del norteamericano Claude H. Wetmore, que vio luz en el The Century Illustrated Monthly Magazine, Volume LV, No. 6, April, 1898. Tuve la fortuna de encontrar este artículo de venta en la web de AbeBooks. Wetmore vivió en Perú durante la época de la guerra y vio al Huáscar tanto con bandera chilena como con bandera peruana. Wetmore también escribió de nuestro país en su libro “Incaland: a story of adventure in the interior of Peru and the closing chapters of the war with Chile”, afortunadamente disponible en la web.

Grabado de The Century Illustrated Monthly Magazine

El artículo de Wetmore incluye un interesante grabado del combate desconocido por muchos. Este grabado realmente me llena de curiosidad si existe una pintura que sirvió de base al grabado y sí es así, quien fue su autor. El autor dice que antes de publicar su artículo, este fue revisado por el USN William Carey Cole y por el capitán de artillería norteamericano Henry S. Wetmore. Este último, fue cónsul de Estados Unidos en Paita y vivió en el Callao durante la guerra, siendo muy amigo de Miguel Grau, con quien desayunó la mañana de su infortunado viaje.


Me queda pendiente revisar las publicaciones realizadas por el The Times de Londres o alguna publicación francesa sobre el combate de Angamos, espero tener pronto la ocasión de hacerlo.

domingo, 25 de agosto de 2013

La batalla de Zepita

Hace 190 años se realizó la batalla de Zepita, una de las primeras victorias peruanas en la Guerra de la Independencia.

La batalla de Zepita fue una acción bélica de corta magnitud pero la principal en la llamada Segunda Campaña a Intermedios (mayo-octubre 1823).

El cuerpo del ejército peruano estaba al mando del general Andrés de Santa Cruz y Calahumana, argentino de nacimiento (nació en La Paz en 1792, cuando esta ciudad pertenecía al virreinato del Río de La Plata. Bolivia existió a partir de 1826) y quien como jefe de estado mayor del ejército del centro, realizó el golpe de Estado que llevó al poder al coronel José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete (28/02/1823). Tras esto, Santa Cruz fue ascendido a general de brigada y General en Jefe del Ejército Peruano que organizó Riva Agüero, fusionando al Ejército del Centro con el Ejército Libertador argentino-chileno.


Cuadro del Museo Nacional de Historia


Santa Cruz arribó con un cuerpo del ejército peruano a la ciudad de La Paz el 8 de agosto, mientras otro cuerpo, al mando del general Agustín Gamarra -pero también bajo órdenes de Santa Cruz- estaba camino a Oruro, cuando recibieron noticias de que el ejército realista iba por ellos. En esta parte de la campaña, Santa Cruz esperaba refuerzos de una división desde Chile, que llegaría por mar; el arribo de una división del ejército colombiano, y también una cooperación de las fuerzas argentinas que estaban en Salta y Tucuman. La división colombiano-chilena -3,000 hombres al mando del general Antonio José de Sucre- ocuparon Arequipa el 26 de agosto pero nunca se obtuvo la coordinación con el ejército de Santa Cruz y menos la cooperación de las tropas argentinas.

El grueso de las fuerzas realistas estaba en el ejército del norte -9,000 hombres- al mando del general Canterac, que ocupó Lima entre el 18 de junio y el 16 de julio de 1823. De este ejército, el 1° de julio partió por tierra una división de 2 mil hombres, al mando del general Gerónimo Valdez, con el objetivo de reforzar las fuerzas del virrey José de La Serna -tenía bajo sus órdenes directas 400 hombres en el Cusco, además de 2,000 en Arequipa al mando del brigadier Carratalá y 2,500 en el Alto Perú al mando del general Olañeta- y batir al ejército peruano en el sur.

La división de Valdez llegó a Andahuaylas el 28 de julio. Valdez se adelantó a Sicuani el 2 de agosto para conferenciar con el virrey La Serna, quien ya se había movilizado a ese pueblo, mientras su división avanzaba hacia el sur en escalones.

La Serna había organizado unas tropas que puso al mando de Valdez y debía reunirse con fuerzas que el brigadier Carratalá llevaba desde Arequipa. Su objetivo era atraer a Santa Cruz para evitar que se dirija al sur y venza a las fuerzas realistas de Olañeta, además que ganaban tiempo para organizarse mejor y atacar a los patriotas más adelante.

Valdez llegó a Puno el 16 de agosto con 900 hombres, compuestas por un batallón, un escuadrón de caballería y dos piezas de artillería. El 22 se unió con las fuerzas que traía Carratalá, unos 1,000 hombres -un batallón y dos escuadrones- en Pomata, con las que emprendió camino al río Desaguadero.

Fuerzas combatientes y el campo de batalla

Las tropas patriotas tenían, según escribió el coronel Federico de Brandsen, presente  en la batalla,(1) la siguiente composición:

Batallones: 1° de la Legión peruana (350 hombres), Cazadores (350 hombres), Vencedor (300 hombres), Número 4 (150 hombres) y los escuadrones 2 y 3 del regimiento de caballería Húzares (200 jinetes), además de 2 piezas de artillería de montaña.

El 18 de agosto, llegaron las noticias a La Paz de que las fuerzas realistas había ocupado Puno dos días antes. Santa Cruz ordenó que sus fuerzas acampadas en Pomata se retiraran, mientras el ejército de su ejército avanzaba desde Viacha al Desaguadero. Aquí comienzan las contradicciones entre uno y otro bando.

El 23 de agosto a las 3 pm, ocurrió un tiroteo entre las fuerzas patriotas y las realistas en el puente del Inca, resultando un patriota herido y tres realistas muertos, según el parte oficial de Santa Cruz. Según el relato de Valdez, encontró el puente cortado y defendido por 4 piezas de artillería, por lo que se retiró a Zepita.

Según William Miller, militar británico que luchó por la independencia de Perú, las fuerzas realistas al mando de Valdez constaban de los batallones Victoria, Partidarios y el 1er batallón del 1er Regimiento, un destacamento de 700 jinetes y 4 piezas de artillería de campaña, fuerzas que se estimaban en 1,800 hombres, mientras las fuerzas de Santa Cruz fueron estimadas en 1,600 hombres por Miller.(2)

De acuerdo a Valdez, sus fuerzas eran los batallones Victoria, Cazadores, el 1er batallón del 1er Regimiento, tres escuadrones de caballería y 4 piezas de artillería.(3)

Imagen del libro La batalla de Zepita de Manuel C. Bonilla

La batalla y anécdotas

Zepita es un pueblo junto al lago Titicaca y los realistas ocuparon unas alturas conocida como Chua Chua o Chuachuani, a 10 kilómetros al noroeste de Zepita. De acuerdo a Valdez, sobre esta loma: “La extensión de su frente muy proporcionada al número de tropas de mi mando, la constituia en el grado de una posición brillante. Hacía ya más de dos años que me había llamado la atención, aunque estaba lejos entonces de pensar que me serviría algún día”.(4)

Valdez formó sus fuerzas con una primera línea conformada por los batallones Cazadores y Victoria, y en medio de ellos la artillería. La caballería estaba en una hondonada al sureste y en la retaguardia, el 1er batallón del 1er Regimiento.

Santa Cruz formó una primera línea con los batallones Legión, Número 4 y Cazadores, con la artillería en medio de ellos, la caballería en los extremos y el batallón Vencedor al centro, en la retaguardia.

El ataque de Santa Cruz se inició en la tarde y la noche dio fin al combate. Las fuerzas de Valdez se retiraron a Pomata y las de Santa Cruz a La Paz. Ambos se adjudicaron la victoria, aunque Valdez nunca mencionó sus bajas.

Una versión anónima española señala que “si no fue alli la total destrucción de Santacruz, lo debió a la oscuridad y la nevada incesante de toda la noche, pues cuando empezó esta estaba destruido en todas direcciones”.(5) Para Miller, fue un combate indeciso.(6)

El jefe del batallón Legión peruana, el coronel Blas Cerdeña, natural de las Islas Canarias, cayó herido y fue hecho prisionero por los realistas. Después de seis meses fue canjeado y se reintegró a las filas patriotas.(7)

Al batallón Número 4 se le bautizó como Zepita N° 4. Desde entonces, un batallón del ejército peruano lleva el nombre de Zepita.

En Perú se consideró una victoria desde el primer momento, lo cual fue bastante explotado porque en ese entonces, el ejército realista parecía casi invencible.

Santa Cruz tuvo una carrera política exitosa después de ese triunfo. Se le dio el título de Mariscal de Zepita en 1825 y fue luego presidente de Perú (1826-1827), Bolivia (1829-1838) y protector de la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839).

Felipe Santiago Salaverry combatió con el grado de teniente 2° en el batallón Legión peruana. Años después, Salaverry fue presidente de Perú (1835-1836) y como tal, fue fusilado por órdenes de Santa Cruz (18/02/1836).


Parte oficial de Andrés de Santa Cruz

Cuartel General, en el Desaguadero, Agosto 26 de 1823

Señor Ministro

Desde Viacha instruí a US. del estado de mi campaña, con fecha 18 y en los ocho días que han corrido, tengo la satisfacción de decir a US. que sucesos muy importantes han adelantado mis ventajas. Por el sur, el general Gamarra con el segundo cuerpo de ejército reforzado por el primer escuadrón Húzares, y una columna ligera de 300 soldados escojidos del primer cuerpo a las órdenes del coronel Vargas, tomó el reducto de Oruro y su población  que vergonzosamente abandonó el general Olañeta sin un tiro de fusil. Veinte y dos piezas de diferentes calibres, y muchos útiles de parque quedaron en nuestro poder; y un considerable número de pasados nacen cierta su disolución en la retirada que continúan sobre Potosí. El coronel Lanza marchó el 21 a Cochabamba que, por repliegue general ordenada de las guarniciones españolas aquella villa, ha quedado abandonada. Me prometo mucho de la actividad y buena disposición de aquellos jefes y la decisión  de los pueblos, que ya logran ponerse bajo la protección del ejército libertador.

Por el norte he logrado una victoria en el día de ayer en los campos de Zepita entre un cuerpo de 1,800 hombres mandados por el general Valdez. El orgullo de este general, y las circunstancias de haber convertido la cuna de los ejércitos españoles en su sepulcro hacen de alguna más importancia un suceso que prepara el que ha de decidir de la suerte del Perú. Detallaré a US. sus pormenores para que los ponga en el conocimiento de S.E. y sirvan de satisfacción a los que siguen con interés nuestros pasos.

Avisado el cuartel general de Viacha, por los partes del coronel Cerdeña situado en Pomata, de haber llegado a Puno el general Valdez con 1,800 hombres, le ordené replegarse al Desaguadero donde yo me encaminé luego, haciéndose seguir por lo batallones de Cazadores del Ejército, del de Vencedores en Pichincha, y de un escuadrón de Húzares de la Guardia. El 23 al llegar al puente me informé que el mismo Valdez venía marchando hacia él con toda su columna. Como no me habían llegado aún los cuerpos que me seguían, lo esperé sólo a la defensiva, a las tres de la tarde, en que se me presentó: empezó el tiroteo que, en tres horas no pasó de un cambio de balas, cuyo resultado fue un herido de mi parte, y tres muertos que dejó el enemigo al retirarse después al anochecer.

El 24 se me reunieron los cuerpos que aguardaba; y el 25, con una columna de 1,300 hombres compuesta parte de cada uno de los batallones Cazadores, Vencedores, Legión y Núm. 4; y de los escuadrones 2° y 3° de Húzares y de una brigada de dos piezas de montaña, marché al enemigo que creí me aguardase con decisión en el pueblo de Zepita que ocupaba, dejando el puente asegurado por dos piezas de artillería, y dos compañías de cada batallón.

Mi vanguardia compuesta del batallón de cazadores, y el segundo escuadrón Húzares a las órdenes del señor coronel Brandsen, alcanzó a ver al enemigo a las dos horas de marcha; y como un aviso equivocado me hubiese hecho creer necesario marchar por otra dirección con restos de la columna, reforzado de la vanguardia, con las dos piezas y el tercer escuadrón de húzares, y las compañías del 4, fué consiguiente alguna demora de que se aprovechó el enemigo para retirarse; a pesar de que contaba con un tercio más de fuerza: desde las inmediaciones del pueblo cruzaron las guerrillas sus fuegos, y el resto de la columna siguió a paso doble para obligar a un combate que deseaba. El enemigo creyó poder aceptarlo confiando más que con su mayor número con las muy fuertes posiciones que alcanzó a ocupar en los altos de Chuachuani. Sin embargo, demasiado convencido yo del ardor y entusiasmo de los soldados de la libertad no dudé atacarlo. Mi línea situada sobre un llano, era formada por el batallón de la Legión a la derecha; del 4 al centro, el de Cazadores cerraba a la izquierda, y el Vencedor de reserva; el tercer escuadrón cubría la derecha y el segundo la izquierda; las dos piezas del centro hacían un fuego repetido y con buena dirección.

El enemigo retiró toda su caballería, fuerte de cuatrocientos hombres, tras de sus últimas posiciones; y situando su artillería a media loma correspondía con sus fuegos; su infantería compuesta de los batallones de Cazadores, partidarios y tres compañías del 1er regimiento, fuerte de 1,400 hombres, se extendía en lo escarpado de ellas donde solo se creyó capaz de combatir. La tarde estaba vencida y para obtener un triunfo cierto y más pronto en el tiempo que daba el día, era preciso buscarlo. Con este objeto marchó el batallón de la Legión a ocupar las alturas de la derecha precedido de una columna de tiradores a las órdenes del sargento mayor don José María Apellanes, y apoyado del tercer escuadrón de Húzares; el batallón de Cazadores con su distinguido comandante don Ventura Alegre apoyado del segundo escuadrón dirigido por el muy esforzado y benemérito coronel don F. Brandsen atacaron sobre el camino principal: dos compañías del N° 4 a las órdenes del sargento mayor don José Félix Castro, apoyados del Vencedor, mandado por su digno comandante don Eugenio Garzón, amagaron la toma de su frente, donde se hallaba parapetado un batallón del enemigo.

En esta posición se encendió un fuego matador por todas partes: la Legión y tiradores se adelantaron como debían sobre una gran resistencia: la compañía del N° 4 aparentando una fuga desordenada, según órdenes que tenían, se replegaron entre el Vencedor destinado a sostenerlas, lograron así atraer al llano al enemigo que creyendo cierta su ventaja tomó la ofensiva e hizo descender toda su infantería y numerosa caballería entre el 4 y el de Cazadores que, a pesar de ser fuertemente acometido, se sostenía con bizarría. Entonces los escuadrones de Húzares aprovecharon el momento, y decidieron el combate. El segundo a las órdenes de su bravo comandante don Luis Soulanges cargó con tal bravura y orden, que no sólo destruyó a los dos que lo recibieron, sino también al batallón que lo sostenía. El tercer conducido por su esforzado comandante don Eugenio Aramburú cargó por la derecha, tan decidido a vencer que doscientos dragones no pudieron contenerle un momento. Es difícil que caballería alguna obre con más coraje: los Húzares han confirmado en esta vez que nada es superior a su valor, y que los peligros sólo son un estímulo a su mayor gloria; ellos han ganado cuanto puede ambicionar un militar.

Estas dos cargas brillantes secundadas a la vez por un esfuerzo general decidieron el combate y arrancaron al enemigo la victoria y el prestigio que ha querido sostener de su superioridad. La noche puso término a la persecución, y el ejército vivaqueó entre el campo: al amanecer del 26 se reconocieron los resultados de esta victoria que han sido más de cien muertos, ciento ochenta y cuatro prisioneros, doscientos cuarenta fusiles, cincuenta y dos caballos ensillados, treinta carabinas, doscientas cuarenta lanzas, veinticuatro sables, doscientos cuarenta plazas, veinte y cuatro sables, sesenta y tres gorras de Caballería y cuatro cajas de guerra. .

Es verdad que también ha sido cara: veinte y ocho. Veinte bravos muertos, incluso el capitán de Húzares, don José Morante, ochenta y cuatro heridos, incluso el benemérito coronel de la Legión, don Blas Cerdeña, el capitán del Vencedor don Félix Valerino, el teniente del mismo don Juan Guzmán, y el de la misma clase del batallón Cazadores don José Palma la han comprado con su sangre.

Yo no podré recomendar bastante el mérito de cada uno de los individuos de esta Columna: todos se han conducido como para valientes; el boletín detallará particularmente los hechos de algunos: sin embargo, no puedo prescindir de tener muy presente al digno jefe de vanguardia e izquierda de la línea, coronel don F. Brandsen; al jefe de E.M., interino, de la columna don Manuel Martínez Aparicio; al comandante de la Legión, coronel graduado don Blas Cerdeña; bizarros tenientes de Húzares, don Eugenio Aramburú, y don Luis Solange; al de cazadores, don Ventura Alegre; al teniente  de artillería capitán don Francisco Méndez; al ayudante de E.M.G. don Manuel Mendiburu; y don José S. Rocay y don José María Frías.

Yo tengo la satisfacción de presentar estas ventajas a S.E. el Presidente como un testimonio de la decisión y entusiasmo con que trabaja el ejército libertador que tengo el honor de mandar.

Sírvase US. ponerlas en conocimiento de S.E. y aceptar los sentimientos de mi más alta consideración con que soy su atento S.S.- Andrés de Santa Cruz.

Notas

(1) Manuel C. Bonilla. 1923. Batalla de Zepita, p. 115. Apuntaciones para la historia de las Campañas del Perú de Federico de Brandsen.

(2) John Miller. 1828. Memoirs of General Miller in the service of the Republic of Peru, p. 74.

(3) Felipe de la Barra. 1974. La Campaña de Junín y Ayacucho, p. 89.

(4) Bonilla, Op. Cit., p. 119. Diario de las operaciones del Ejército español en la Campaña sobre el desaguadero.

(5) Gaceta de Madrid del sábado 3 de julio de 1824. Noticia de Madrid del 2 de julio.

(6) Miller, Op. Cit., p. 75.

(7) Juan Vicente Camacho. 1854. Apuntes para la briografía del Gran Mariscal D. Blas Cerdeña, p. 29.

   

jueves, 6 de junio de 2013

Los tarapaqueños en la defensa de Arica

Este siete de junio se recuerda la defensa de Arica por un grupo de peruanos. No fue una batalla, sino un sitio que duró entre el cinco y siete de junio de 1880. Es una oportunidad para mencionar que el grueso de esos peruanos estaban conformados por peruanos oriundos de Tacna y Tarapacá, pues los batallones peruanos en Arica fueron originalmente de la Guardia Nacional o milicias de los departamentos de Tacna y Tarapacá. Aprovecho la ocasión para hablar sobre la guardia nacional de Tarapacá.


De acuerdo al censo de 1876, en Tarapacá residían 38,225 personas, de los que peruanos eran 17,013, chilenos eran 9,664, bolivianos eran 6,028 y el resto otras nacionales.(1) De los 17 mil peruanos residentes debían reclutarse los cuerpos de guardia nacional.

El transporte Limeña llevó 1,000 rifles y 200,00 tiros sistemas Chassepot a Iquique el 11 de marzo de 1879.(2) Fue con este armamento que se empezó a formar los cuerpos de guardia nacional en Tarapacá y el que usaron los tarapaqueños en la defensa de Arica en 1880. Para el 12 de abril, el gobierno aprobó los cuadros de guardia nacional que remitió el prefecto de Tarapacá, coronel Justo Pastor Dávila.(3)

El 25 de abril, según el estado de la distribución diaria del agua, el batallón Iquique tenía 357 plazas, columna naval tenía 203 plazas y la columna de honor tenías 94 plazas, todos ellos de la guardia nacional de Tarapacá.(4)

El más activo en la formación de estos cuerpos cívicos fue Alfonso Ugarte, quien con el grado de coronel de guardias nacional, era jefe del batallón Iquique que él vistió con su propio peculio. No sólo eso, el 29 de abril comunicó al prefecto Dávila que renunciaba al sueldo que le corresponde como jefe de batallón, lo que fue aceptado con complacencia “la prueba de su patriotismo”. El gobierno le pidió al prefecto que le diera “las debidas gracias a nombre de la nación”.(5)

Como el general Juan Buendía, general en jefe del Ejército del Sur, dispuso en mayo la formación de una nueva columna de guardia nacional, el coronel Dávila escribió al Director de Guerra en Lima que “a fin de evitar mayores gastos en el pago de oficiales de la guardia nacional”, lo mejor sería agregar esa columna a los otros cuerpos de guardia nacional.(6) El gobierno lo escuchó porque dispuso la fusión de esta columna con otro cuerpo.(7)

El tres de julio de 1879, el Presidente de la República y Supremo Director de la Guerra, general Mariano Ignacio Prado, decretó la formación de la Quinta División del Ejército del Sur, al mando del coronel José Miguel Ríos, que agrupó a todos los cuerpos de guardia nacional de Tarapacá. El coronel Ríos murió meses después a consecuencias de las heridas recibidas en la batalla de Tarapacá. En ese momento, la guardia nacional estaba conformada por el batallón Iquique N° 1, columna Tarapacá, columna naval, columna de honor y columna Loa, este último, conformado por bolivianos residentes en Tarapacá.

El 14 de octubre de 1879, los coroneles Alfonso Ugarte y Juan de Dios Hidalgo, jefes del batallón Iquique y columna de Honor respectivamente, solicitaron que ambos cuerpos se fusionen en uno solo para “aliviar al Estado del fuerte gasto que demanda la plana mayor y cuerpo de oficiales” y que el jefe del nuevo cuerpo, que se llamará Iquique nuevamente, sea elegido de un sorteo entre ambos jefes. En el sorteo salió elegido el coronel Ugarte.(8)

Para el 18 de noviembre de 1879, las fuerzas de las guardias nacionales de Tarapacá eran: batallón Iquique con 366 soldados, 44 jefes y oficiales y 399 disponibles con jefes y oficiales; la columna Tarapacá con 170 soldados, 26 jefes y oficiales y 182 disponibles con jefes y oficiales, y Cazadores de Tarapacá, con 151 soldados, 20 jefes y oficiales y 175 disponibles con jefes y oficiales.(9)

Fue en septiembre de 1879 cuando el argentino Roque Sáenz Peña hizo su aparición en las fuerzas peruanas y estuvo ligado al inicio a las guardias nacionales de Tarapacá a sugerencia del presidente Prado, quien le pidió al general Buendía lo siguiente:

“El Dr. Roque Sáenz Peña, para quien dije a Ud. que reservara un puesto de primero o segundo jefe en un cuerpo de nacionales, es un cumplido caballero, de posición expectable en Buenos Aires y que vino especialísimamente recomendado por el gobierno y personas notables...

Tenía conocimiento de que se encontraba vacante la segunda jefatura de la columna Tarapacá. Creo que será conveniente darle este empleo”.(10)

Si bien Sáenz Peña -a quien se le dio el grado de teniente coronel de guardias nacionales- estuvo como ayudante del general Buendía, luego fue nombrado jefe del batallón Iquique, que tras la reorganización del Ejército del Sur en diciembre de 1879 dejó de ser batallón de guardias nacionales, se fusionó con la columna Tarapacá y pasó a formar parte del ejército de línea, conservando su nombre de Iquique, al que luego se le dio el N° 33. Para el 5 de junio de 1880 contaba con 302 hombres de tropa, 31 oficiales y 4 jefes.(11)

En cuanto al resto de los guardias nacionales de Tarapacá, se fusionaron con el batallón Provisional de Lima N° 3 y pasó a formar parte del ejército de línea con el nombre de batallón Tarapacá, al que luego se le dio el N° 23. Para el 5 de junio de 1880 contaba con 216 hombres de tropa, 28 oficiales y 3 jefes.(12)

El coronel Alfonso Ugarte, que se había ganado un nombre por su participación destacada en la batalla de Tarapacá, fue nombrado comandante general de la Octava División en diciembre 1879. En ese entonces, su división estaba conformaba por los batallones Iquique, Tarapacá, Provisional de Lima N° 2 y columna Loa. Una nueva reorganización y la partida de la columna Loa al ejército boliviano, lo dejó sólo con los batallones Iquique N° 33 y Tarapacá N° 23.

No podemos evitar mencionar que en la batalla murieron dos destacados tarapaqueños, Alfonso Ugarte y Ramón Zavala. La biografía de Ugarte es bien conocida. Sobre Zavala podemos decir que su familia era dueña de la oficina salitrera San Antonio y de la hacienda Quiñua, ambas en el departamento de Tarapacá, y que con el grado de teniente coronel, era jefe del batallón Tarapacá N° 23.

Para terminar este post, les dejo el relato del capitán Antonio Lobato, sobreviviente de la defensa de Arica, oficial del batallón Tarapacá N° 23. Si bien Lobato escribió su relato 43 años después de los hechos, está bien detallado y lucido.

7 DE JUNIO DE 1880
REMINISCENCIAS - Extracto (13)

“A las 5 y 30 de la mañana del memorable día 7, abandonamos la posición ocupada en la víspera y emprendimos la marcha de retroceso, ignorando que lugar se nos designaría en el combate

Habíamos avanzado unos 200 metros cuando se nos presenta el jefe de la división, coronel Alfonso Ugarte, y da orden a nuestro jefe de dirigirnos al Morro.

En este momento se oye el fuerte estampido de un tiro de cañón, disparado de la ciudadela de Chuño Alto; seguido inmediatamente de un vivísimo fuego de fusilería del mismo fuerte. Este fue el comienzo del asalto.

Alzamos la vista y contemplamos la linda perspectiva del Oriente. Un múltiple centelleo de chispas que parecían eléctricas, demostraba en la elíptica ciudadela vigorosa resistencia que oponían al invasor los heroicos soldados de ese fuerte.

En la línea del horizonte se veía la débil y plateada luz del alba, precursora del astro soberano, surgir lentamente sobre las cumbres de las montañas.

Entramos a la ciudad a paso de trote, cruzamos sus calles, llegamos a las faldas del Morro y jadeantes ya, hicimos su ascensión, hasta culminar la pendiente de Cerro Gordo, en los momentos fatales en que el enemigo rechazando al batalloncito Piérola, se apoderaba de este punto dominante.

La ventajosa posición del adversario y su número, 4 ó 5 veces superior, nos obligó a retroceder a la primera trinchera de sacos de arena; situada en la garganta que une la cima del morro con esa elevada posición. En nuestra retirada perdimos muchos soldados y un regular número abandonó las filas.

El heroico Zavala a pie, -por haberse encabritado su caballo, -a cuerpo libre y con admirable entereza, sostiene reñido combate con tres compañías solamente, tres de las pequeñas trincheras, que eran acribilladas por un mortífero fuego de frente y de flanco. Nuestro valeroso jefe, en medio de ardiente entusiasmo y sin cesar en sus voces de mando, cae muerto a un paso del que esto escribe, expirando sus labios su última y alentadora voz.

Este momento fue supremo; los soldados con sus cartucheras agotadas, abandonan sus puestos, descolgándose unos a la ciudad, y otros en mayor parte se repliegan al morro con dos de sus jefes, Benigno Cornejo y Jerónimo Salamanca, y sus oficiales sobrevivientes.

La artillería de la plaza fue enteramente inútil, pues los chilenos durante la noche avanzaron hasta llegar a corta distancia de nuestros fuertes del Este y emprendieron el asalto con actividad vertiginosa.

En menos de una hora, las ciudadelas de Chuño Alto y Bajo, estaban en poder del enemigo y sus fuerzas aniquiladas; especialmente la primera de la que quedaron muy pocos de sus defensores, pereciendo casi todos sus jefes y oficiales.

En la meseta del Morro, la tropa enemiga ejercitó bárbara y cobarde carnicería. Ahí fue muerto Bolognesi, Leónidas de la acción, y los distinguidos jefes More, Cornejo (Benigno), Blondel y otros más; muchos oficiales y gran número de soldados.

Las descargas de fusilería, sobre los pocos defensores que sobrevivían, terminaron con la presencia del capitán chileno Silva Arriagada, que impuso a sus soldados la suspensión del fuego, indicándose que los que quedaban con vida éramos prisioneros  de guerra.

El comandante en jefe del ejército atacante, coronel Lagos, al constituirse en el Morro, apostrofó duramente a su tropa, reprochándola el acto de haber hecho prisioneros. Este araucano al voltear su caballo para emprender su regreso, repitió: “siento que hayan hecho prisioneros”.

Pocos momentos después se nos hizo salir de dos pequeños cuartos que ocupábamos como prisioneros, vigilados por el teniente o subteniente Larraín, y se nos condujo al lado sur del Morro, lugar denominado la Lisera. Allí se unió a nuestro grupo a los tenientes coroneles La Torre y Sáenz Peña; este último levemente herido en el brazo derecho.

El trayecto de la Lisera lo hicimos dirigidos por un capitán, quien dejó escapar estas palabras, en tono afectado: “Caballeros, váis a sufrir una corta molestia, pero el descanso vendrá pronto”.

Parece que esta frase encerraba nuestra sentencia de muerte; dictada por el Jefe Superior del ejército enemigo; pues, durante el tiempo de una hora que permanecimos en ese lugar, varios jefes con demostraciones de simpatía y consideración, se acercaban a Sáenz Peña y hablaban con éste en inglés, visiblemente interesados en algo (quizás en el perdón); y regresaban en seguida, para volver poco después, hasta que por fin llegó el teniente coronel Salvo; quien acercándose a nosotros, dijo: “Señores, estáis en libertad”.

En seguida fuimos conducidos por él a la Aduana del Puerto, todos los que caímos presos en el Morro. En la Aduana quedamos bajo la custodia del coronel chileno Valdivieso.

Una hora después, a Sáenz Peña y La Torre se les llevó al transporte “Limarí”, y nosotros continuamos en tierra hasta el 11 de junio, que se nos transportó a bordo del “Itata”, que nos condujo a Valparaíso y de allí pasamos a San Bernardo.

El único buque de guerra que durante el bloqueo resguardó la bahía de Arica, contestando siempre con brío los ataques de la escuadra chilena, fue el “Manco Cápac”; cuyo jefe al ver el Morro y nuestros pequeños fuertes en poder del enemigo, ordenó su hundimiento, salvándolo así de caer en manos del adversario.  
Hemos terminado este trabajo, fiados en nuestra memoria, que aún conserva indelebles los acontecimientos que presenciamos en la desgraciada guerra del 79”.

NOTAS


(1) Puede consultarse el siguiente artículo http://www.archivochile.com/Historia_de_Chile/sta-ma2/2/stamatexrel000013.pdf       

(2) Archivo Histórico de la Marina de Guerra del Perú (AHMGP). Serie: Conflictos Internacionales, subserie: Conflicto con Chile, Guerra con Chile 1879, doc. 3. Parte oficial del vapor Limeña del 15 de marzo de 1879.

(3) Archivo del Centro de Estudios Histórico Militares del Perú (ACEHMP). Libro copiador N° 511, Correspondencia con los señores Prefectos del año 1879. Carta del 12 abril de 1879.

(4) Vicuña Mackenna, Benjamín. 1880. Historia de la Campaña de Tarapacá, tomo I, p. 710.

(5) ACEHMP. Libro copiador N° 511, Correspondencia con los señores Prefectos del año 1879. Carta del 8 de mayo de 1879.

(6) ACEHMP. Paquete 2-1879. Oficio del Prefecto de Tarapacá al Director de Guerra del 9 de mayo de 1879.

(7) ACEHMP. Libro copiador N° 511, Correspondencia con los señores Prefectos del año 1879. Carta del 28 de mayo de 1879.

(8) Guerra con Chile, La Campaña del sur, Memorias del general Buendía y otros documentos inéditos. 1967. Editado por Carlos Milla Batres, pp. 134-136.

(9) Mariano Felipe Paz Soldán. 1979. Narración Histórica de la Guerra de Chile contra el Perú y Bolivia, tomo II, p. 49.

(10) Buendía, Op. Cit., p. 120. Carta de Prado del 14 de septiembre.

(11) Gerardo Vargas Hurtado. 1980. La batalla de Arica, p. 365.

(12) Ibídem.

(13) La Crónica, jueves 7 de junio de 1923.